Puede consultarse la versión inglesa de este artículo en The American Scholar, vol. 75, nº 1, invierno de 2006.
Hay un tópico, bastante gastado, que todos hemos escuchado muchas veces: criticar las acciones y políticas del Estado de Israel o las doctrinas del sionismo es perfectamente legítimo, y no tiene por qué haber necesariamente una motivación antisemita. Que se haya repetido hasta la náusea no quita para que sea verdad. No sólo lo acepto, sino que incluso lo llevaría un paso más allá, con otra formulación que tal vez provoque sorpresa, por no decir asombro: es perfectamente posible odiar y hasta perseguir a los judíos sin ser forzosamente antisemita.
Por desgracia, el odio y la persecución son algo normal en la experiencia humana. Sentir aversión, sea ligera o intensa, por la gente que es diferente, por su filiación étnica, su raza, su color, su credo, sus hábitos alimentarios, por no…
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