Hoy, Verónica Puertollano recordaba, en tuiter, que el 18 de noviembre de 1976 las Cortes franquistas aprobaron la Ley para la Reforma Política.
Usa el término harakiri y hace bien, ya que esa norma suponía de hecho y derecho su desaparición. Cuatro de cada cinco procuradores en Cortes votó sí y el 94,17% de los españoles (con una participación de un 77% del censo) la aprobó en referéndum.
Esa ley, formalmente, se basaba en la legislación autoritaria y, por tanto, ilegítima de las instituciones franquistas. Sin embargo, materialmente, la ley suponía su extinción y su sustitución por una democracia basada en principios de excelente simplicidad y potencia. De esto quería hablar.
La Ley para la Reforma Política es extraordinaria. Solo hay, en mi opinión, un residuo discutible…
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