Me imagino la cara de sorpresa de los dirigentes de Podemos cuando lean la denuncia pública de la Asociación de la Prensa de Madrid relativa a las campañas sistemáticas de acoso a periodistas provenientes de dicho partido. Los imagino preguntándose «¿pero no puede hacerse esto?».
Podemos, durante mucho tiempo, gozó del prestigio de lo fresco, lo joven y lo progre. Y, sin embargo, su idea y su práctica sobre la acción política fueron cristalinas desde el primer momento. Cualquier comportamiento identificado con el sistema y, sobre todo, cualquier comportamiento (incluyo aquí cualquier opinión o discurso más o menos desarrollado) que obstaculizase el camino a la nueva venida del Mesías era localizado, diagnosticado y atacado sistemáticamente. Naturalmente, solo se libraban, fuera de la secta, aquellos que, en un momento dado, pudiesen convenir por razones tácticas.
Esto siempre me pareció obvio. No lo fue, ni lo ha sido, hasta hace poco, para muchos…
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