Javier Benegas y Juan M. Blanco
Muchos intelectuales e informadores advirtieron del irresistible ascenso de Donald Trump. Pero muy pocos se tomaron la molestia de analizarlo con rigor, de determinar cuáles eran las corrientes de fondo que impulsaban con fuerza al magnate neoyorkino. Y diríase que la dimensión del “fenómeno Trump” era directamente proporcional a la estupidez de no pocos analistas, mucho más dispuestos a escandalizarse, a rasgarse las vestiduras, que a investigar sus verdaderas causas.
Que un personaje como Trump obtuviera el apoyo de decenas de millones de ciudadanos, obligaba a un análisis mucho más profundo y objetivo, libre de aspavientos de cara a la galería. Trump no sólo ganó apoyos en la “América profunda”, sino también en el nordeste, incluso en regiones tan industriales y prósperas como Virginia y Massachusetts. Sus seguidores crecieron en el Norte y en Sur, en el Oeste y en el Este: en todas partes. Así pues, el misterio estaba en el origen…
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