La tragedia en la que Bernardo Montoya detuvo ilegalmente, agredió sexualmente y asesinó con crueldad a la joven Laura Luelmo, ha conmovido a toda España y las reacciones se han precipitado en un melting potsentimental de difícil digestión intelectual. “Todas somos Laura” ha clamado el feminismo solidario en reivindicación ontológicamente imposible. Laura no puede decir que es Laura, se lo impidió Bernardo Montoya.
La generalización se lleva mucho en estos tiempos. Todas somos Laura, todos somos Montoya. El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, acusó al capitalismo del asesinato del niño Gabriel Cruz y proponía que nos echáramos esa cruz al hombro en un artículo que tituló: “Todos somos Ana Julia Quezada”. Mi colega Ignacio Escolar denunció “el discurso del odio contra Ana Julia”, desde que la Guardia Civil descubriera el cadáver del niño en el maletero de su coche. El odio se apoyaba en tres motivos: “era…
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