«Pero esas perspectivas seguían siendo remotas a las once de la mañana del 11 de noviembre cuando los cañones del Frente Occidental —que siguieron abriendo fuego hasta el final— por fin se silenciaron. Fue un momento excepcional, aunque celebrado con menos entusiasmo por los soldados aliados sobre el terreno que por las multitudes enfebrecidas de París o de Londres. Sin embargo, en 1918 dos agentes mortíferos estaban funcionando a pleno rendimiento, y el segundo de ellos había llegado a su momento de mayor virulencia. A finales de octubre, la epidemia de gripe mataba diariamente a 7.000 personas en Gran Bretaña, y en total acabó con más de 500.000 vidas estadounidenses, superando el número de muertes de soldados estadounidenses en el campo de batalla de las dos guerras mundiales, la guerra de Corea y la de Vietnam juntas. Es probable que en todo el mundo fallecieran hasta 30 millones de personas…
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