En aquel terrible Madrid de agosto del 36, cuando el terror llegaba al máximo, apareció una noche en «Claridad» un artículo de Margarita Nelken en que pedía a las milicias no se limitaran a asesinar hombres, sino que incluyeran en “los paseos” a las esposas, novias o hermanas de los perseguidos.
Estaba uno curado, al parecer, de espanto y sin embargo aquella especial incitación al crimen nos produjo la peor angustia.
El artículo tuvo su efecto, las arpías de los barrios se unieron a la ronda de la muerte y comenzaron a caer finas mujeres de la burguesía, blancas y espigadas madrileñas, en plena juventud, pues a la incitación criminal habían respondido los más bajos sentimientos humanos y aquello se convertía en la venganza, en suspenso durante siglos, de la fea contra la guapa.
En aquellas noches calientes del estío madrileño aparecieron en solares y desmontes y en las trágicas…
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